Shlomo Kramer, cofundador de Check Point y actual CEO de Cato Networks, es considerado uno de los grandes pioneros de la ciberseguridad moderna. Su papel fue clave en los años noventa al crear uno de los primeros firewalls comerciales y sentar las bases de lo que hoy es una industria multimillonaria. Además, ha estado al frente de varias iniciativas de referencia en el ecosistema tecnológico israelí, lo que convierte sus reflexiones en una voz autorizada dentro del sector.
“La inteligencia artificial va a destruir a la humanidad como sociedad liberal”
En una entrevista publicada en Calcalist Tech, Kramer ha compartido una visión crítica sobre la evolución de Internet y los retos que plantea la inteligencia artificial. Sus declaraciones ponen el foco en la paradoja de cómo una herramienta concebida para ampliar la libertad puede acabar debilitando los cimientos de la democracia.
Kramer recuerda que, cuando él y Gil Shwed fundaron Check Point en los años noventa, creían firmemente en la red como un instrumento para “unir a la raza humana en un plano supranacional” y como “la máxima expresión de la libertad de expresión, la libertad y la democracia”. Sin embargo, con el paso del tiempo ha llegado a una conclusión muy distinta: “Aunque conocíamos muy bien los ordenadores, en realidad no entendíamos nada de los seres humanos”.
Ese desencanto se traduce en una crítica clara: Internet y las redes sociales han sido utilizadas como armas para acumular poder, fomentar la violencia o manipular a las masas. “Con los años he llegado a lamentar que la empresa de nuestra vida… se haya convertido en la destrucción de todo aquello en lo que alguna vez creímos: la democracia y el liberalismo”, admite.
Más allá de esta autocrítica sobre la génesis de la red, Kramer dirige ahora su preocupación hacia la inteligencia artificial. A su juicio, el desafío es aún mayor: “La inteligencia artificial va a destruir a la humanidad como sociedad liberal”, advierte sin rodeos.
Su reflexión conecta con un debate global: la IA generativa ha multiplicado la capacidad de crear contenidos falsos, construir campañas de desinformación automatizadas y erosionar la confianza en instituciones y procesos democráticos. Lo que en los noventa parecía un sueño de apertura y pluralidad se enfrenta ahora a un riesgo existencial. La evolución de la IA está llevando esta tensión a un nuevo nivel: ya no se trata solo de la viralidad de las redes sociales, sino de la posibilidad de simular realidades completas y desdibujar la frontera entre lo verdadero y lo fabricado.
Sin mecanismos de control y transparencia, advierte Kramer, esta tecnología puede transformar la esfera pública en un espacio donde las sociedades abiertas pierdan cohesión y la democracia se debilite desde dentro.