La ciberresiliencia se ha convertido en un pilar esencial para las organizaciones modernas. En un escenario donde las amenazas avanzan al mismo ritmo que la innovación tecnológica, la diferencia entre una empresa expuesta y otra verdaderamente preparada reside en su capacidad para anticipar riesgos, adaptarse con agilidad y garantizar la continuidad del negocio ante cualquier incidente. No es una percepción aislada: el World Economic Forum sitúa los ciberataques entre los cinco mayores riesgos globales de la próxima década, junto a la inestabilidad geopolítica y la crisis climática.
También se ha consolidado como uno de los indicadores más claros de madurez tecnológica y organizativa. Así lo reflejan los debates que está promoviendo TAI Editorial en sus distintos encuentros, donde CISOs y directivos examinan los desafíos reales de un entorno en el que ya no basta con proteger: es imprescindible resistir, responder y recuperarse.
En este contexto, el encuentro patrocinado por Check Point, Mastercard, Silverfort y Sophos reunió a responsables de seguridad de organizaciones públicas y privadas de múltiples sectores para analizar, desde la experiencia, cómo se construye una resiliencia 360° frente a la complejidad tecnológica, la cadena de terceros, la identidad digital y la gestión continua de incidentes.
La ciberresiliencia se ha convertido en el nuevo estándar de madurez: un enfoque integral que combina prevención, resistencia, recuperación y evolución continua. Su meta no es eliminar el riesgo, sino gestionar su impacto, planificando la respuesta, automatizando procesos críticos y preparando a los equipos para mantener la operativa en condiciones adversas. Como resumen los expertos, “la diferencia entre una empresa atacada y una destruida está en su capacidad de recuperación”.
Este cambio de mentalidad se aceleró durante la pandemia, cuando la continuidad digital se reveló esencial, y se consolidó con la creciente tensión geopolítica y la digitalización de los servicios esenciales. Hoy, la resiliencia no sólo forma parte de las políticas de seguridad, sino también de la agenda económica y estratégica.











