El mercado de Secure Access Service Edge (SASE) experimentará un crecimiento exponencial en los próximos años, pasando de 15.520 millones de dólares en 2025 a 44.680 millones en 2030, según un informe de MarketsandMarkets. Esto supone una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 23,6 % en el periodo 2025–2030.
La expansión de SASE responde a un escenario en el que las ciberamenazas se vuelven cada vez más sofisticadas, persistentes y distribuidas a través de múltiples puntos de entrada. Frente a la ineficacia de las herramientas de seguridad tradicionales, este modelo propone un enfoque unificado, basado en la nube, que combina la protección frente a malware y ataques desconocidos, el filtrado del tráfico web y un control estricto del acceso en función de la identidad y del estado del dispositivo. De esta manera, la seguridad no se otorga nunca por defecto, sino que se valida de forma continua, lo que mejora la detección de amenazas, la visibilidad de la red y la capacidad de respuesta automatizada, sin penalizar la experiencia del usuario.
En Norteamérica, la adopción avanza con fuerza gracias a políticas públicas que impulsan arquitecturas basadas en Zero Trust, SSE y SASE. En Estados Unidos, por ejemplo, la Agencia de Ciberseguridad e Infraestructura (CISA) publicó en junio de 2024 guías específicas para acelerar esta transición, en un contexto donde el trabajo remoto sigue siendo una realidad para millones de personas.
El impacto de SASE es especialmente visible en sectores como la sanidad, donde las organizaciones necesitan proteger datos sensibles de pacientes y cumplir con normativas como HIPAA y GDPR. Además, el modelo simplifica la gestión de entornos distribuidos, facilita la adopción de servicios de telemedicina y colaboración digital, y reduce riesgos en proyectos de transformación apoyados en la nube.
El auge de SASE se enmarca en la convergencia entre redes y seguridad, un movimiento acelerado por la dispersión del trabajo y la migración masiva hacia entornos cloud. Sin embargo, su implantación no está exenta de retos. Muchas empresas se enfrentan a la complejidad de integrar soluciones heredadas con un modelo cloud-native, a la necesidad de redefinir procesos internos para aplicar políticas de seguridad coherentes en entornos híbridos y a la falta de talento especializado para gestionar esta transición. También supone un esfuerzo de inversión y coordinación entre los equipos de red y de seguridad, que tradicionalmente han operado de forma separada. Aun así, al integrar conectividad y protección en una sola arquitectura, SASE ofrece a largo plazo mayor resiliencia frente a ataques y una capacidad de adaptación más rápida a nuevas exigencias regulatorias o de negocio.