La presencia de avatares generados por inteligencia artificial se está expandiendo con rapidez. Según un reciente informe de MarketsandMarkets, el mercado global de estos asistentes digitales pasará de generar 800 millones de dólares en 2025 a superar los 5.930 millones en 2032, con un crecimiento medio anual del 33,1 %. Un salto que confirma el interés de múltiples sectores por este tipo de soluciones, capaces de ofrecer interacciones cada vez más humanas y personalizadas.
La tendencia está impulsada por la demanda creciente de experiencias digitales hiperpersonalizadas en ámbitos como el comercio electrónico, el entretenimiento, la educación o la atención sanitaria. Los avatares actuales ya integran capacidades avanzadas de procesamiento del lenguaje natural, reconocimiento de emociones en tiempo real y soporte multilingüe, lo que les permite simular conversaciones realistas y generar vínculos con los usuarios. Su implantación no solo mejora la eficiencia operativa, sino que también reduce costes y ofrece disponibilidad 24/7.
Este mercado emergente está protagonizado por empresas tecnológicas como Synthesia, HeyGen, D-ID, Akool, Veritone, NVIDIA, AWS, Meta, Vyond y Soul Machines. La mayoría de ellas tienen sede en Estados Unidos o Reino Unido, lo que explica que Norteamérica lidere actualmente este sector, favorecida también por su infraestructura tecnológica, su ecosistema de innovación y la rápida adopción de soluciones basadas en IA.
El uso de asistentes virtuales y agentes conversacionales representa hoy la principal aplicación de los avatares con IA, especialmente en servicios de atención al cliente, formación virtual o plataformas educativas. Sin embargo, el informe señala que los avatares interactivos —capaces de mantener diálogos, analizar gestos faciales y reaccionar en tiempo real— serán los que más crecerán en los próximos años. Su potencial se está explorando ya en entornos como el metaverso, la formación inmersiva o el entretenimiento digital.
A medida que estas soluciones se consolidan, surgen también interrogantes sobre su impacto en la privacidad, la autenticidad de las identidades digitales y la seguridad de los datos que manejan. En un contexto donde cada interacción puede dejar una huella sensible, integrar criterios de ciberseguridad desde el diseño será clave para garantizar un desarrollo ético y seguro de estos nuevos «rostros digitales».