Una reciente encuesta de IDC ha puesto sobre la mesa que la Deuda Técnica, o Tecnológica, es la segunda preocupación de los responsables de TI, por detrás de la escasez de talento.
La deuda tecnológica es el coste que las empresas tienen que pagar con tiempo, dinero y recursos, generalmente por elegir la velocidad sobre la calidad. También se define como el coste implícito en el que se incurre cuando las empresas no solucionan los problemas que las afectarán en el futuro.
En su estudio, la consultora recoge que el 86% de los más de 400 responsables de TI encuestados se han visto impactados por la deuda tecnológica en los últimos doce meses. Son muchos los ejecutivos que evitan adoptar nuevas tecnologías dentro de operaciones críticas o de alto riesgo por temor a que el cambio genera más problemas que dejarlo como está.
En su estudio, IDG muestra que el 43 % de los ejecutivos dijo que la deuda tecnológica condujo a una capacidad limitada para innovar, mientras que un 41 % experimentó dificultades para cumplir con los acuerdos de nivel de servicio (SLA) y un 37 % asegura estar lidiando con interrupciones y tiempo de inactividad.
La deuda técnica puede provocar consecuencias como la pérdida de clientes debido a una mala experiencia, hacer que un producto sea más vulnerable y menos eficaz, y aumentar los costes de desarrollo.
Se mencionan dos tipos de deuda, la intencional, deliberada o activa, que se produce cuando el equipo retrasa conscientemente la resolución de algunos problemas para lograr el objetivo establecido (por ejemplo, lanzar la actualización más rápido). La no intencional, obsoleta o pasiva ocurre cuando el equipo está haciendo un trabajo deficiente sin siquiera saberlo mientras acumula muchos problemas en el camino.
Recomiendan los expertos que tan pronto como se perciba la existencia de un deuda tecnológica, las empresas deben tomar medidas para reducirlas. Según estimaciones de McKinsey, las empresas que son proactivas con la gestión de la deuda tecnológica logran reducirla del 75% al 25%.
Entre las acciones que deben realizarse para hacer frente a la deuda tecnológica son: identificar signos de deuda, medir el tiempo necesario para reducirla y crear un plan; establecer estándares de codificación; priorizar tareas; implementar la cultura de revisiones de código y pruebas automatizadas para el futuro.